El "populismo de
izquierda"
El
pasado jueves 8 de diciembre, el periódico El Tiempo publicó
un artículo de José Ángel Hernández titulado “El auge de los populismos” [i] . En dicho artículo,
el autor (quien es el director del Departamento de Historia de la Universidad
Sergio Arboleda) delimitó una serie de críticas aparentemente demoledoras del
fenómeno populista, las cuales tenían por base la supuesta defensa de la democracia,
de las instituciones liberales y del sistema político y económico dominante.
Ahora bien, traigo a colación este artículo, porque si se detienen en su
lectura, podrán encontrar la síntesis de los argumentos utilizados por la clase
política tradicional para desacreditar cualquier forma de alternativa política
(incluida, por supuesto, la de la izquierda). A partir de la simple y llana
categoría de “populismo” (con su correspondiente “caricaturización”) la llamada
centro-derecha pretende liquidar un debate político de fondo: la crisis de la
sociedad capitalista. Es por esto que a continuación plantearé una serie de
proposiciones que permitan impugnar las opiniones de Hernández y, de esa
manera, complejizar esta rica discusión.
En principio, uno de los puntos
críticos de la intervención de Hernández, radica en su intención de hallar
“elementos programáticos” generales del populismo. Para cumplir con la tarea,
propone que el populismo se caracteriza por:
a) el odio a la libertad
individual,
b) la idolatría del Estado
y
c) la obsesión
igualitaria.
A partir de esto, el autor
busca señalar que el populismo implica, per se, una forma detestable de régimen
político. No obstante, en relación con esto, pienso que debemos aclarar algo
esencial, y es que el populismo no es un proyecto de gobierno, ni mucho menos,
una forma de definir un régimen político. En palabras de Laclau, el populismo
lo podríamos definir más bien como una “forma de hacer política” o, para
ser más ambiciosos, como “una lógica de construir lo político”. Por
ello, la noción de populismo da cuenta de la manera en que un sujeto político
(individual o colectivo) logra apelar a la realidad social de “la gente del
común” para posibilitar la emergencia de un proyecto político en específico. En
síntesis, aquí encontramos el primer error conceptual: el populismo no
es un programa de gobierno, ¡el populismo es una forma de hacer política!
Por otro lado, el autor se
escandaliza de que los populistas “dividan la sociedad en dos bandos
antagónicos”; que se delimiten posiciones disímiles de enunciación política.
Pues bien, ante esto Hernández se ha maravillado con el árbol, perdiendo de
vista el bosque. En realidad, la particularidad del “populismo” no es que
delimite un “ellos” y un “nosotros” (que “divida”), ya que si nos fijamos bien,
absolutamente toda apuesta política lleva aparejada una forma de
“dicotomización” del espacio político. Todas las colectividades políticas,
desde las derechas, hasta las izquierdas, definen una “interioridad” y una “exterioridad”
para disputarse la política. A diferencia de lo anterior, el aspecto “excepcional” del
populismo, es que pone de presente que en momentos históricos de crisis,
descontentos, inconformidades y desesperanzas, es donde más se deben encontrar
lazos orgánicos con el “pueblo” (sin entrar a discutir los alcances y
limitaciones de esta categoría). En consecuencia, aquí deviene el segundo error
conceptual: toda forma de acción política lleva aparejada una forma de
polarización del espectro político, lo particular u excepcional en el
populismo, es que la manera de polarizar-dicotomizar dicho espectro se soporta
en una relación orgánica con la gente del común.
Finalmente, José Ángel
Hernández apela al descrédito político sentenciando que el populismo cercena la
democracia y pone en peligro el continuum de la aclamada
“tradición liberal”. Detengámonos un momento en esta opinión… A mi modo de ver,
para juzgar al populismo (como lógica de construcción de lo político) se deben
tener en cuenta dos criterios esenciales, a saber:
1) la manera como la
colectividad política apela al “pueblo” y
2) el objetivo que dicha
colectividad política persigue a partir de esa relación orgánica con las
masas.
En esta parte, es donde ciertos analistas políticos (incluido
Hernández) han cometido el error imperdonable de equiparar a la izquierda
“populista” con la derecha fascista. Como lo señalamos hace un momento, el
populismo es la manera en que, en un momento de crisis económica, social,
cultural e institucional, se logra apelar al “pueblo” (como actor colectivo)
para que juegue un papel importante en la construcción de cambios que logren
ser progresivos en materia de derechos, garantías y demandas sociales. Por
tanto, la lógica populista es la lógica en virtud de la cual no solamente se
incluye a la gente en la discusión política, sino también, la manera en que
dicha inclusión propicia que se eleve la capacidad de decisión política de la
propia gente. De ahí que Chantal Mouffe no vacile en expresar que el populismo
es la única manera de salvar a la democracia, ya que a través de su prisma se
aprecia al “pueblo” como un auténtico actor político colectivo que proyecta
cambios en la realidad concreta.
Ciertamente, nadie ve algo
de esto en la llamada derecha “populista” (Trump y Le Pen, por poner dos
ejemplos palmarios). No vemos democracia, no vemos reflexión política de
cambio, no vemos amplitud en derechos y garantías civiles y sociales, ni mucho
menos una cualificación política de la ciudadanía que incite a ampliar los
canales de la participación social en las decisiones institucionales. En fin,
la “Derecha populista” dista mucho de ser semejable a la “izquierda populista”.
Desafortunadamente, su vacua equiparación solo ha buscado coartar de alguna
forma u otra la emergencia de una alternativa política de izquierda que haga
honor a su identificación política, es decir, que sea auténticamente
transformadora.
Entonces la pregunta es:
¿están la derecha populista y la izquierda populista en el mismo balcón? No, no
lo están y están lejos de estarlo. Ergo ¿a partir de una forma política
“populista” es posible fortalecer un contenido político de izquierda? Creo que
sí, pienso que estas lógicas políticas permiten que, parafraseando a Gramsci,
en ciertos momentos históricos los grupos sociales se separen de sus partidos
tradicionales y, bajo la delimitación de propuestas concretas, tengan la
posibilidad de identificarse con nuevos sujetos y colectividades políticas que
susciten la necesidad de consumar cambios sociales, políticos, culturales,
económicos e institucionales. Con el agregado de que dichos cambios solo pueden
materializarse, siempre y cuando esta lógica política permita que nuevas
voluntades colectivas (antes marginadas) salten a la arena política.
En conclusión, no podemos
hablar de “populismo” sin antes precisar sus correspondientes complejidades y
matices. No podemos caer en las simples generalidades que solo tienen por
propósito cercenar alternativas políticas a la crisis sistémica que hoy por hoy
estamos viviendo. El llamado “populismo de izquierda” debe analizarse como una
alternativa (en construcción y en debate) ante la emergencia del fascismo y la
hegemonía del liberalismo oligárquico (“tecnocrático”).
Por: Juan Felipe González Jácome
Nota
[i] Pueden consultar el artículo de El Tiempo en el siguiente link: http://www.eltiempo.com/mundo/ ee-uu-y-canada/el-auge-de-los- populismos-en-el-mundo/ 16768362
[i] Pueden consultar el artículo de El Tiempo en el siguiente link: http://www.eltiempo.com/mundo/